Viendo el día a día de este país, nada halagüeño nos depara el futuro. Esta España de taberna, fútbol y toros pierde su cordura a pasos agigantados. En el recuerdo quedan aquellos años de verdadera lucha y los grandes ideales se desvanecen a la misma velocidad que se desplomaba La Bolsa cuando allá, cruzando el “charco”, un reducido grupo de magnates sin escrúpulos se reunía para discutir el futuro de lo que ellos llaman el Viejo Continente y, más concretamente, de aquellos paises que, por desgracia, están inmersos en una profunda crisis. En este protectorado alemán, como bien dice un amigo, la devaluación de la peseta hubiera aflojado la soga que ahora envuelve a las arcas del Estado y que cada vez se aprieta mas, pero el deseo de ser europeos hasta en la cruz de la moneda nos ha llevado, en parte, a esta situación. También nos ha empujado al pozo el neoliberalismo instalado en este Gobierno que se autodenomina socialista y, por supuesto, ese juego de la élite llamado especulación.
Y he dicho en parte porque la otra parte de la culpa la tenemos nostros. Si, tú yo, tu vecino del quinto y el butanero, también. El “dinero bajo el colchón” que todo el mundo ha guardado y guarda, esa media sonrisa que se nos queda cuando se “gana en negro” que hace que nos veamos cual héroes justicieros luchando valerosamente contra el terrible enemigo llamado Estado, que pretende sacarnos hasta el tuétano de los huesos, todo esto y más, nos está arrastrando a la boca del lobo (el hombre es un lobo para hombre, como decía aquel filósofo).
Pero parece que nadie va a hacer nada. El español tiende a eso, a no hacer nada y dejar que pase lo que tenga que pasar. Ahora se respiran aires de cambio en el Gobierno y creemos que en la nueva era las cosas van a cambiar, que no se puede hacer peor pero, amigos, el remedio es peor que la enfermedad pues, efectivamente, padecemos una enfermedad. Yo la he denominado “el síndrome del fin de semana”. Durante la semana laboral, que para unos es de 5 días, para otros de 6, para otros de 7 y para otros (demasiados) de ninguno, todo transcurre con un único objetivo: que llegue el fin de semana. La noche del viernes, donde los más jóvenes se reúnen a emborracharse. Esos maravillosos sábados en los que se puede disfrutar de un buen partido de fútbol, acompañado de una cerveza y unos felices domingos familiares, en los que el campo se llena de monovolúmenes cargados de niños deseosos de salir y desfogar cual criaturillas en cautividad, mientras los padres, con su atuendo sport de funcionario, pasean plaćidamente. También, los centros comerciales se llenan de gente en busca de algo inservible donde gastar su dinero (limpio o negro). Todo es tan distinto el fin de semana...Y así somos felices. Mientras la dosis de fin de semana esté presente, todo marchará genial. Y eso es lo que nos está matando. La morfina en cantidades elevadas puede provocar la muerte. Igual ocurre con esta dosis semanal. Si nuestras mentes están centradas en la “rubia” que nos espera el fin de semana, estamos acabados señoras y señores. Acabados.
Por eso, hay que cambiar. Debemos de buscar la fórmula óptima para conseguir una sociedad mucho más participativa y justa, que se involucre en los asuntos que a todos nos atañen, libre de las ataduras y falsedades de la Transición. Una España republicana es lo que necesitamos para poder comenzar a decidir por nostros mismos. Busquémosla, cambiémosla. Seamos libres.
Y he dicho en parte porque la otra parte de la culpa la tenemos nostros. Si, tú yo, tu vecino del quinto y el butanero, también. El “dinero bajo el colchón” que todo el mundo ha guardado y guarda, esa media sonrisa que se nos queda cuando se “gana en negro” que hace que nos veamos cual héroes justicieros luchando valerosamente contra el terrible enemigo llamado Estado, que pretende sacarnos hasta el tuétano de los huesos, todo esto y más, nos está arrastrando a la boca del lobo (el hombre es un lobo para hombre, como decía aquel filósofo).
Pero parece que nadie va a hacer nada. El español tiende a eso, a no hacer nada y dejar que pase lo que tenga que pasar. Ahora se respiran aires de cambio en el Gobierno y creemos que en la nueva era las cosas van a cambiar, que no se puede hacer peor pero, amigos, el remedio es peor que la enfermedad pues, efectivamente, padecemos una enfermedad. Yo la he denominado “el síndrome del fin de semana”. Durante la semana laboral, que para unos es de 5 días, para otros de 6, para otros de 7 y para otros (demasiados) de ninguno, todo transcurre con un único objetivo: que llegue el fin de semana. La noche del viernes, donde los más jóvenes se reúnen a emborracharse. Esos maravillosos sábados en los que se puede disfrutar de un buen partido de fútbol, acompañado de una cerveza y unos felices domingos familiares, en los que el campo se llena de monovolúmenes cargados de niños deseosos de salir y desfogar cual criaturillas en cautividad, mientras los padres, con su atuendo sport de funcionario, pasean plaćidamente. También, los centros comerciales se llenan de gente en busca de algo inservible donde gastar su dinero (limpio o negro). Todo es tan distinto el fin de semana...Y así somos felices. Mientras la dosis de fin de semana esté presente, todo marchará genial. Y eso es lo que nos está matando. La morfina en cantidades elevadas puede provocar la muerte. Igual ocurre con esta dosis semanal. Si nuestras mentes están centradas en la “rubia” que nos espera el fin de semana, estamos acabados señoras y señores. Acabados.
Por eso, hay que cambiar. Debemos de buscar la fórmula óptima para conseguir una sociedad mucho más participativa y justa, que se involucre en los asuntos que a todos nos atañen, libre de las ataduras y falsedades de la Transición. Una España republicana es lo que necesitamos para poder comenzar a decidir por nostros mismos. Busquémosla, cambiémosla. Seamos libres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario