La Naturaleza acaba con los débiles y sobreviven los fuertes. Los unos, exhalando su último aliento, intentan rapiñar unas migajas de lo que han conseguido después de una dura caza mientras los otros disfrutan del festín sin más que echar mano de un leve gruñido para alejar la competencia.
Cuando el capitalismo voraz destierra a un eterno exilio a cientos de miles de seres humanos sin ni siquiera migajas que rapiñar, se emula grandemente el ejemplo que nos brinda la propia Naturaleza. Los hoy llamados “neocon” justifican el fondo y la forma de este sistema mediante esta misma comparativa. Podría parecer razonable pensar que hemos llegado a donde estamos porque la evolución nos lo ha dictado, pero precisamente la evolución nos ha dado la herramienta necesaria para acabar con este comportamiento más parecido al de un grupo de hienas hambrientas que al de un conjunto de seres humanos: la razón.
Pero el capitalismo posee armas muy potentes, de destrucción masiva, como las que nunca encontraron en Irak. Y una de ellas se mantiene en primera línea de fuego en casi cada hogar de este mundo: la televisión. La proliferación de canales y programas de entretenimiento es como un virus que se multiplica sin cesar, siguiendo siempre unos mismos patrones y acabando lentamente con cada una de las células que invade. Estas células, al igual que nuestras casas, se acaban llenando de copias del virus hasta que revientan. Los programas del corazón, los telediarios manipulados, los concursos en los que supuestamente puedes ganar nada menos que un millón de euros y un largo etcétera acaparan la parrilla televisiva e inundan el cerebro con consignas absurdas. Con todo ello, la razón se va apagando y el objetivo se va cumpliendo. No es el única arma que usa el capital, pero es una de las más efectivas.
A pesar del continuo bombardeo en los medios de comunicación a veces surgen iniciativas muy interesantes que dejan entrever la luz de la razón en este mundo de tinieblas. Es el caso del nuevo diario La Voz de la Calle, que nos da un respiro entre tanta paparruchada. Con este proyecto se espera obtener respuesta donde debe de estar, en la calle, entre la gente con valores, esperanza y ganas de dar un vuelco y convertir el patio particular de las entidades bancarias en un patio público y justo. Ojalá el interés de este noticiario sea de verdad el de cambiar las mentes y mover los corazones y no se acabe convirtiendo en un instrumento más del sistema, como pasó con algún que otro diario.
Usemos la razón, seamos solidarios.
Suerte.
Juan Pablo Segovia Gutiérrez
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